domingo, 13 de noviembre de 2011

Ilhuicatl Tonatiuh


(Final)

Nueve días atrás, toda la división fue trasladada al estado de Chiapas. Ahora sí, ha comenzado nuestro viacrucis...

La semana pasada concluyó el adiestramiento militar básico; sin embargo, los mandos superiores, mediante una ceremonia, declararon que estábamos listos para comenzar a operar. Aunque el discurso del general Sánchez aparentó ser muy axiomático y convincente, dentro de cada uno de nosotros siempre existió una constante sensación de inseguridad. Mientras aquellos hombres exponían sus métodos e inventivas, nosotros ―unos simples supeditados sin la facultad de deliberar o elegir― sosteníamos una mirada perdida. En determinadas ocasiones, levantábamos y girábamos la cabeza en todas direcciones: parecía que intentábamos converger con alguna mirada, la cual nos ayudara a zanjar esta situación.

Después de toda esta convulsión emocional, la mayoría decidió retirarse del lugar, en medio de un profundo silencio. El comedor estuvo casi vacío, tanto a la hora de la comida como de la cena, ya que por la mañana partiríamos hacia el sur del país, lo cual originaba un sentimiento de desánimo y desmoralización en todos los elementos. Finalmente, por la mañana, partimos hacia nuestro destino.

Fue un éxodo de no más de cinco horas, el cual me hubiera gustado que se prolongara. Por la tarde, comparecimos en una improvisada base militar. Esta estaba dentro de lo que antes había sido una escuela. Había mucho más movimiento que en la instalación anterior, pues arribaban y partían vehículos a toda hora, los médicos y enfermeras iban de una habitación a otra, así como una incesante entrada y salida de mensajes o documentos.

Al igual que en la base anterior, el dormitorio está en malas condiciones. Ahora, las tareas a consumar ya no son las de limpiar los baños o preparar la comida, sino que debemos hacer guardias, patrullajes, operaciones especiales, etcétera. Definitivamente son actividades mucho más expuestas, pero ―al igual que los demás― si no deseo tener problemas o recibir correctivos, debo ejecutarlas tal y como se me indica.

Los primeros días fueron relativamente tranquilos, ya que solo se me asignó asegurar y avizorar el almacén de municiones, junto a otros soldados más. Aquellas noches de vigilia fueron muy sosegadas. No había mucha comunicación entre nosotros, pues debíamos estar concentrados en nuestra labor. Los días posteriores fueron mucho más intrincados. Se me comisionó merodear y salvaguardar la zona, junto a una de las patrullas; deberíamos de asegurar el perímetro, y hacer frente ―en dado caso― a cualquier tipo de amenaza. Durante mi primer día como miembro de la patrulla, la noche se tornó muy serena. Los únicos sonidos que percibíamos eran el soplar del viento y su refriega con el follaje de los árboles, nuestras respiraciones, nuestros pasos, nuestras voces. Solo veíamos plantas, insectos, roedores, serpientes, etcétera, pues la lobreguez no nos permitía ver más allá de nuestros pasos…

Ayer, el segundo día de patrullaje, creí que todo sería igual de plácido que la noche anterior. La primera hora de vigilancia, pudimos escuchar movimientos muy extraños, los cuales produjeron una gran inquietud en mí. Continuamos caminando, y en ese instante ocurrió lo que tanto había temido… Hicimos contacto con un grupo de delincuentes, miembros del narcotráfico. Al escuchar el encendido de los automotores, las voces y los pasos de estos, corrimos a averiguar lo que estaba pasando. Uno de los soldados se adelantó del grupo y consiguió ver a alrededor de 15 hombres que (con mucha celeridad) abordaban un vehículo. Avanzamos detrás de nuestro camarada; pudimos ver que intentaba detener a aquellos criminales, pero en seguida escuchamos un estrépito. Aquellos hombres habían herido al sargento Martínez. Al ver esta escena, mis otros compañeros se apresuraron a acometer al enemigo, mientras que yo corrí a socorrer a mi superior. Lamentablemente, los agresores consiguieron huir, pero afortunadamente el sargento logró sobrevivir.  

No sé qué pensar, qué sentir, qué decir. Las imágenes de lo acaecido ayer son lo único que tengo en mi mente. No estoy seguro de que exponer mi vida en una beligerancia casi perdida, sea lo más inteligente…

2 comentarios:

  1. Excelente narración, muy tensa. Hay que quitar uno que otro lugar común. Su redacción ha subido mucho. Lo felicito.

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