domingo, 30 de octubre de 2011

Punto de fuga

(Final)

Unas horas atrás, me despedí de mis padres y partí hacia mi encuentro con el destino.

Una noche antes, pude escuchar sollozar a mi madre, pues se encontraba muy preocupada. Mi padre intentaba tranquilizarla, hacerla entrar en razón, y además le recalcaba que debían de ser el doble de fuertes ante este contexto tan nebuloso. Mientras tanto, yo intentaba contener mis sentimientos o enterrarlos en lo más profundo de mi ser… Como durante muchos años lo había hecho.

Amaneció, la hora H había llegado. Las autoridades de la Secretaría de Defensa arribaron a nuestra comunidad a las 6 en punto. Rápidamente llevaron a cabo una breve ceremonia y solicitaron que pasáramos a llenar unos formularios de registro; nuevamente reiteraron que quien no cumpliera con su deber nacional, sería gravemente sancionado. El trámite tardó alrededor de 1 hora.

Finalmente nos ordenaron abordar los autobuses, pero la mayoría prorrogamos al hacerlo: deseábamos despedirnos de nuestras familias, a las cuales tal vez nunca volveríamos a ver. Me aproximé a mis padres, quienes apenas podían hablar, los estreché y les dije que pronto estaría de regreso. Papá me respondió (con una voz entrecortada), “Sé fuerte, y así tu madre y yo también lo seremos”. Jamás olvidaré aquellas palabras.
Me volví y me aparté de ellos, sin mirar hacia  atrás. Después, me incorporé a la fila para subir al transporte e irme de lugar.

El autobús comenzó a moverse, tal y como todo mi interior lo hizo. Me estremecí de pies a cabeza. Solo tenía en mente a mi familia, a mis amigos, a ella, a mis compañeros, etcétera. Un escalofrío recorría mis manos, mis piernas, mi espalda. Miraba a mi alrededor, buscando contactar con alguna mirada de fe o esperanza pero todos parecíamos experimentar las mismas sensaciones.

“Jóvenes, nos dirigimos a la base militar número 67. Esta se ubica en la costa del Golfo de México, en el estado de Veracruz. Al llegar ahí, deberán de integrarse inmediatamente a sus actividades y esperar órdenes”, dijo el teniente. No era un viaje tan largo, pero el autobús tuvo que parar un  par de veces, debido a las inspecciones de seguridad.

Hace poco, llegamos a la base. Los superiores dijeron que no estábamos en condiciones de ejercer y lo mejor sería que empezáramos mañana, pues ahora solo entorpeceríamos las acciones. El sargento Álvarez una persona fría y de rostro duro nos proporcionó uniformes y calzado. También, nos indicó el camino hacia nuestros dormitorios y mencionó los diferentes horarios para desayunar, formar, asear, comer, dormir, instruir.

Ahora, puedo escuchar mucho movimiento allá afuera. El arribo de camiones, helicópteros y demás; sin embargo, el ambiente se torna cada vez más sereno. Será imposible dormir esta noche, ya que la opresión que siento en mi pecho y la ola de pensamientos yuxtapuestos me impiden conciliar el sueño.

Intentaré prolongar la noche, como símbolo del fin de mi anterior vida. Hoy principia otra. 



 

3 comentarios:

  1. Muy bien escrita, en general, pero cuidado con las comas que está poniendo antes de las y de las oraciones seriadas.

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  2. ¡Muy bien! Tu entrada interesante y buena redacción

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  3. Buena entrada.
    Gracias por tus comentarios en mi blog.

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